Por mi condición de educador, en general, y de profesor y psicólogo, en particular, una de las máximas que rigen mi vida es que siempre es posible cambiar y, en consecuencia, mejorar. O dicho de otro modo, todo es educable, todo se puede aprender, desaprender o re-aprender. Esto me permite afrontar mi propia vida y mi tarea educativa con un sereno optimismo y una firme decisión: es posible cambiar y merece la pena cambiar.
Y así, cuando alguien, y particularmente si se trata de un niño o un alumno, me comenta “es que soy así…,¿qué quiere usted que haga?…”, lejos de sucumbir a la tristeza y a la desesperanza, intento rescatarle de las redes de la fatalidad y de las garras del destino con firmeza y serenidad: “quiero que cambies”.