En este artículo vamos a hablar de emociones, qué son las emociones y, sobre todo, qué papel juegan, qué importancia tienen y cómo pueden influir en todo esto que nos está pasando: el coronavirus, la pandemia y la situación general de confinamiento. En una situación tan enorme e inesperada como la que estamos sufriendo, una auténtica catástrofe, parece lógico que el mundo de las emociones pueden aportar algo de luz y la gestión eficaz de las mismas nos puede ayudar a sobrellevar la situación.
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¿Que son las emociones?.
En primer lugar, vamos a intentar explicar en qué consiste una emoción. Comprender en qué consiste una emoción, sin lugar a dudas nos va a ayudar a entender lo que está pasando y el papel que juegan las emociones en estos momentos de crisis.
La palabra emoción viene la palabra latina exmovere, que significa algo así como moverse hacia fuera. Comparte la misma raíz latina con otra palabra bastante importante desde el punto de vista psicológico, como motivación. Etimológicamente, la emoción es aquello que nos mueve a hacer algo.
Pero si analizamos esta reacción desde un punto de vista más científico, nos damos cuenta que la emoción es una reacción compleja y de gran valor evolutivo desarrollada por el organismo ante estímulos externos o internos que lo predispone a actuar de un modo relativamente organizado.
Una reacción humana compleja con tres dimensiones.
Dado que se trata de una reacción compleja, la vamos a entender mejor si distinguimos en ellas tres dimensiones: 1) la dimensión neurofisiológica; 2) la dimensión comportamental y 3) la dimensión cognitiva.
Para entender estas tres dimensiones, vamos a poner un ejemplo. Cuando una persona experimenta miedo (emoción), se van a producir cambios en las tres dimensiones citadas. Por una parte, esa persona puede sufrir una taquicardia, sudar, secretar hormonas, alteraciones de la presión sanguínea (reacciones neurofisiológicas, primera dimensión), las cuales pueden pasar perfectamente desapercibidas para otras personas e incluso para uno mismo, en un primer momento; Además, va a realizar una serie de conductas, como ponerse pálida, quedarse estupefacta y totalmente paralizada o, por el contrario, echar a correr de manera desesperada (reacciones comportamentales, segunda dimensión).
Por último, esa persona va a experimentar de manera subjetiva y muy personal lo que para ella significa el miedo en ese preciso momento, y esa vivencia va a ser muy diferente de unas personas a otras, dependiendo sobre todo de las experiencias previas o de las creencias que ese individuo tenga acerca del miedo o de las experiencias de terror vividas o imaginadas (vivencia cognitiva de la emoción, tercera dimensión).
Por tanto, las reacciones neurofisiologicas (alteración del ritmo cardíaco, ritmo respiratorio, las secreciones hormonales o los cambios en la presión sanguínea…) son reacciones automáticas que apenas podemos controlar, que están, de algún modo, fuera de nuestro control consciente. Al mismo tiempo, pero en segundo lugar en nuestro análisis, están las reacciones comportamentales, las cuales ya podemos controlar un poco más, y que podríamos considerar como reacciones semiautomáticas que los otros pueden ver puesto que se trata de conductas visibles (salir corriendo, desvanecerse, subirse a lo alto de algún lugar…), lenguaje verbal (tacos, improperios, insultos, si estamos, por ejemplo, enfadados) o expresiones del lenguaje corporal de las que no somos completamente conscientes pero que son observadas por los demás (mostrar los dientes, tensar los músculos, abrir desorbitadamente los ojos….).
Por último, si bien no en último lugar, ya que todo sucede de manera simultánea, estaría la dimensión cognitiva, que es la conciencia subjetiva que cada individuo tiene de esas reacciones neurofisiológicas y comportamentales. De algún modo, todos los individuos intentan etiquetar eso que sienten, es decir, ponen nombre a las reacciones emocionales que experimentan. Y eso está muy relacionado con el desarrollo y el dominio del lenguaje.
Puede haber problemas a la hora de comprender lo que están sintiendo.
Dicho esto, podemos afirmar que existen principalmente dos grupos de personas que pueden presentar problemas a la hora de etiquetar o comprender lo que están sintiendo: 1) por una parte, aquellas personas que tienen dificultades para la introspección, esto es, personas con problemas para pensar y concentrarse en lo que les sucede y experimentan; y 2) por otra parte, aquellas personas que tienen dificultades en el manejo del lenguaje.
No obstante, a veces, incluso las personas que tienen muy desarrollada su capacidad introspectiva o que tienen un buen dominio del lenguaje pueden tener problemas en esta dimensión cognitiva, ya que no es infrecuente escuchar de ellas expresiones del tipo: “no sé ni lo que me está pasando”, “me estoy enfadando y no sé por qué”, “estoy confuso”, “me siento abrumado por la situación”. Todas estas expresiones reflejan la complejidad de la experiencia emocional subjetiva y la dificultad para comprender de manera profunda lo que se siente.
Por tanto, en esta situación de crisis, de confinamiento, de incertidumbre, ¿qué tipo de personas lo pueden estar pasando peor desde el punto de vista emocional?
En un primer grupo se encuentran todas aquellas personas que tienen dificultades en el dominio del lenguaje. Por ejemplo, los niños de cero a tres o cuatro años de edad que todavía no saben expresarse de manera verbal, que no tienen o no encuentran las palabras para comunicar de manera eficaz lo que están sintiendo. Dentro de este grupo también podemos incluir a las personas con capacidades diferentes y, en particular, a aquellas que no tienen muy desarrollada su dimensión comunicativa o tienen dificultades en el manejo del lenguaje verbal, en particular, personas diagnosticadas dentro del espectro autista. Incluso podríamos incluir a aquellas personas que utilizan un único canal de comunicación o expresión, como el lenguaje verbal habitual, pero no han desarrollado otras vías de expresión alternativas, como pueden ser los diferentes lenguajes artísticos: pintura, música, escritura, etc.
En un segundo grupo se recogerían aquellas personas con dificultades para la introspección, esto es, aquellos individuos “muy volcados hacia afuera de sí mismos”, que les encanta estar fuera de sí mismos y de sus casas, que son felices haciendo cosas, que son muy activos, y que disfrutan compartiendo tiempo con otras personas, hablando, trabajando, divirtiéndose, aquellos sujetos que habitualmente evitan reflexionar sobre lo que les sucede porque no les gusta o tienen dificultades para ello.
¿Como podemos apoyar a estas personas en la gestión emocional en estos tiempos de crisis?
En estas situaciones tan particulares, son estos dos grupos de personas los que necesitan nuestra ayuda. ¿Qué podemos hacer?
La mejor manera de ayudar a los niños
Los más pequeños sienten como los adultos pero no pueden expresarse como los adultos. Esto significa que van a expresarse a través de reacciones emocionales bruscas, desproporcionadas, intensas y, a veces, desagradables, ya que carecen de las habilidades lingüísticas y de pensamiento necesarias para modular o explicar sus experiencias emocionales. En estas situaciones de crisis, este tipo de reacciones nos indican que están sintiendo algo extraño, que se sale de la normalidad, pero no saben cómo comunicarlo. En estos casos, lo más importante es comprender este tipo de reacciones y aceptarlas. Debemos ponernos en su lugar y tener paciencia. Además, nuestras reacciones de adultos deben principalmente proporcionarles seguridad.
Sobre todo necesitan sentirse seguros.
Ellos necesitan sentirse seguros y queridos por las personas que en ese momento tienen alrededor y están conviviendo con ellos. No es necesario explicarles detalladamente todo lo que está pasando, en qué consiste la pandemia, lo importante que es el confinamiento, aunque también lo podemos hacer. Lo más importante es que lo que hagamos, lo que les comuniquemos, les transmita la máxima seguridad. Ellos confían en sus figuras de apego.
Podemos también explicarles todo lo que está sucediendo, sin ningún problema. En el momento en que el niño se aburra o considere que la información es suficiente, se marchará satisfecho y seguro. Confiado. Eso es muy importante. Le hemos transmitido el mensaje de que no le estamos ocultando nada, de que se puede hablar de todo con normalidad, también de la crisis de la pandemia.
¿Cómo podemos ayudar a las personas con dificultades para expresar lo que sienten?
Debemos ayudarles a reflexionar sobre lo que está pasando. Es importante preguntarles todos los días pero no a todas horas. Preguntar todos los días puede provocar cercanía. Preguntar a todas horas puede generar pesadez, fastidio y rechazo. El tipo de preguntas que mejor funcionan son las preguntas abiertas y empáticas: “¿qué sientes?, ¿cómo lo llevas estos días?, ¿cómo llevas esta situación tan rara?, ¿qué pasa por tu mente? Evita preguntas cerradas que les obliguen a contestar sí o no y transmitan la sensación de sentirse vigilados o en un interrogatorio. Espera pacientemente el momento en que ellos sientan la necesidad de comunicar algo. Ese momento llegará.
Quiere decir que han encontrado una vía para comunicar lo que sienten y necesitan un interlocutor. Cuando se presente ese momento, si queremos realmente ayudar, deberíamos dejar todo y centrarnos en escucharles, en escucharles de manera activa. Necesitan que escuchemos sus expresiones verbales o sus propuestas artísticas. Hay un porcentaje de personas que no saben expresar lo que realmente sienten si no es a través del lenguaje artístico: la escritura, la pintura, la música, la escultura, las manualidades, la cocina… Hay una palabra que nos debería poner en alerta de que han encontrado la vía y el momento para expresarse: “mira”. Mira qué canción se me ha ocurrido. Vayaa comida tan apetitosa he preparado. Mira la poesía que he escrito. Mira qué idea se me ha ocurrido para solucionar este problema. Ese es el momento de mirar y escuchar. Es el momento de ayudar.
Por tanto, en estos días de incertidumbre y de crisis en que las emociones de todos están a flor de piel, vamos a prestar especial atención a este conjunto de personas que tienen especial dificultad para expresar y comunicar lo que sienten. Después de la salud física, es imprescindible que se mantenga la salud emocional de las personas. La mayoría no somos sanitarios y, por tanto, no estamos en la primera línea de la lucha pero todos podemos contribuir en esta lucha, no solo permaneciendo en casa, sino contribuyendo a la salud emocional de las personas con las que compartimos el confinamiento.
Y hasta aquí llega el artículo de hoy, espero que te haya resultado ameno e ilustrado de alguna manera. Si tienes algún comentario, duda o sugerencia, no dudes en dejarla más abajo, prometo contestar a todo. Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y te dejo con más artículos de el blog de Doctor Viso dedicado a la innovación educativa, los procesos de aprendizaje y la inteligencia emocional.