Si sientes que tu vida personal o profesional no va por buen camino o que las relaciones con los demás no pasan por el mejor momento, quizás deberías preguntarte si últimamente estás tomando las mejores decisiones.
¿Cómo eres tomando decisiones? ¿Eres impulsivo? ¿Le das muchas vueltas a las cosas antes de decidir? ¿Evitas decidir y lo dejas para mañana?
Si te sientes identificado y te interesa establecer un método para tomar buenas decisiones en los aspectos clave de tu vida y trabajo o estudios, sigue leyendo.
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Solo podemos tomar decisiones en los ámbitos que controlamos.
Evidentemente, no controlamos todo lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí que podemos tomar decisiones que nos permitan alcanzar alguno de nuestros sueños y relacionarnos de manera satisfactoria con los demás.
He aquí algunos consejos para mejorar tu proceso de toma de decisiones:
Aclárate.
Piensa únicamente en aquello sobre lo que tienes que decidir y no te líes con lo que no está relacionado. Utiliza esta expresión para aclararte: Lo que tengo que decidir es… Y, a partir de ahí, piensa por qué esa decisión es necesaria y qué consecuencias tendrá. Por ejemplo, si la decisión es comprar algo, hazte un par de preguntas: 1) ¿por qué o para qué lo quiero?; 2) ¿me lo puedo permitir?
Controla tus emociones antes de tomar decisiones
Piensa qué tipo de perfil emocional tienes, es decir, toma conciencia de cuáles son reacciones emocionales más frecuentes. ¿Eres una persona habitualmente miedosa, o exaltada, o depresiva u optimista? Ese perfil emocional afectará a las decisiones que debes tomar. Por ejemplo, si eres una persona excesivamente miedosa, esa manera de ser y proceder afectará también a tu vida profesional, y el miedo también te afectará cuando necesites asumir riesgos en tu vida profesional.
La falta de información es mala pero la información excesiva es aún peor.
No intentes reunir toda la información posible. Eso se convertiría en un proceso interminable de pros y contras. Es importante que reúnas información pero es esencial que separes la información útil de la inútil para esa decisión concreta. Distingue la información esencial de la superflua. Si estás atascado y no eres capaz de hacerlo, tómate un descanso y abandona el proceso. Es lo que se conoce como consultar con la almohada. Cuando vuelvas, el cerebro se centrará en lo esencial
No te dejes llevar por lo que opinan los demás.
Cada uno opina según sus creencias y conocimientos. ¿Estás seguro de que tus creencias y conocimientos sobre el tema son exactamente iguales que los de la persona a los que pides opinión? Seguramente no. Por tanto, no te dediques a pedir opinión a todo el mundo. Si lo haces, en lugar de aclararte, cada vez estarás más confundido. La única excepción es cuando tu decisión implica a otras personas. Entonces, sí es conveniente consultar tu decisión con aquellas personas a las que tu decisión les afectaría.
Toma decisiones coherentes con tus valores.
Para sentirte verdaderamente a gusto con la decisión tomada, esta tiene que responder a tus valores profundos y a tus objetivos prioritarios. Pregúntate: ¿qué es lo que es realmente importante en mi vida? Escríbelo para que te queda aún más claro. Y después comprueba si tus decisiones son coherentes con ese valor o no. Y ya está. No pretendas más. Querer estar totalmente convencido de las decisiones es prácticamente imposible y es una auto-tortura psicológica.
Toma distancia de la decisión.
Si estás demasiado implicado en la decisión que debes tomar, te resultará mucho más difícil. No es lo mismo cortarse un dedo que cortar el dedo a otro. Una técnica muy sencilla que te ayudará a tomar distancia es pensar que tienes que aconsejar a una tercera persona sobre esa misma decisión.Esto te ayudará a decidir sin sentirte tan implicado emocionalmente.
Considera los pros y los contras.
Haz una lista de los riesgos (contras) y las recompensas (pros) que conseguirás al tomar la decisión. Estas dos preguntas te ayudarán a confeccionar la lista: 1) ¿Qué es lo peor que puede ocurrir si tomo esa decisión?; 2) ¿Cuáles son las ventajas claras de esa decisión? La regla es muy sencilla: los pros deben ser mayores que los contras. Además, pregúntate también debes preguntarte: ¿Qué pasa si no tomo ninguna decisión? Pero recuerda: no decidir ya es decidir.
Toma decisiones que te saquen de tu zona de confort.
No te dejas llevar por tus ideas preconcebidas sobre el tema y tu estilo habitual de tomar decisiones. Y, sobre todo, desconfía de las decisiones que te dejan en tu zona de confort. Los psicólogos llamamos a este mecanismo confirmación del sesgo y consiste en reunir información que confirme lo que ya ya piensas y que te deje en un lugar similar al que ya estás. Debes buscar otro tipo de información para salir de tu zona de confort. Si una decisión te saca de tu zona de confort, probablemente será una buena decisión.
Crea un plan de acción.
Piensa en los pasos que debes seguir para hacer realidad tu decisión. Considera que cada paso del proceso necesita un tiempo de ejecución. Tenlo en cuenta. Si cada paso no va asociado a un lapso de tiempo, no se llevará a cabo y el proceso saltará por los aires. Ten también en cuenta a la gente implicada. Si no cuentas con ellos, todo el proceso caerá como un castillo de naipes.
Comprométete con tu decisión.
Sé valiente con lo decidido. No lo vuelvas a pensar. Has decidido, adelante. Ponte las pilas para que tu decisión funcione. Si vuelvas a valorar las opciones o te dedicas a hacer cambios en lo decidido, no conseguirás nada. Y; lo más grave, te engañarás a ti mismo si no consigues tus propósitos. En ese mar de dudas en que se convertirá tu cerebro, cuando veas que los planes no se cumplen, empezarás a justificarte diciendo “no era una buena decisión, ya lo sabía”. No es cierto. Probablemente era una excelente decisión. Pero ni siquiera tú te fiaste de ti mismo, dudaste y, a partir, no hiciste nada eficaz para llevarla a la práctica.
Ten un plan alternativo, de reserva.
Nadie es capaz de acertar siempre con sus decisiones. Tú, tampoco. Hay muchos factores implicados que son muy difíciles de controlar de manera permanente: 1) falta de tiempo; 2) falta de información. Por tanto, si te equivocas no es el fin del mundo. Puedes intentar otra cosa o empezar el proceso de nuevo.
Evalúa las consecuencias de tus decisiones.
Si tienes la costumbre de evaluar decisiones pasadas, puede tomar mejores decisiones en el futuro. Las preguntas que deberías hacerte son muy sencillas: 1) ¿Qué decisiones fueron bien?; 2) ¿Cuáles fueron mal?; y, sobre todo, 3) ¿Por qué? 4) ¿Estoy razonablemente satisfecho con el resultado de mi decisión? 5) Si no, ¿Podría haber hecho algo diferente? 6) A fin de cuentas, ¿qué he aprendido de todo esto?
Para terminar este método de toma de decisiones
Tomar decisiones es difícil pero no imposible. Si pones en práctica estas orientaciones, irán llegando las buenas decisiones. Además, cada vez serás más rápido tomando decisiones, por lo que ahorrarás tiempo y, sobre todo, sufrirás mucho menos. Por último, y no menos importante, tendrás más confianza en ti mismo y te resultará cada vez más fácil tomar nuevas decisiones.
Enlaces interesantes a la hora de elaborar estrategias para tomar buenas decisiones:
- Técnicas y métodos para la toma de decisiones
- 7 Métodos par la toma de decisiones en grupo.
- ¿Quieres ser una persona realmente eficaz?.
Y hasta aquí llega el artículo de hoy, espero que te haya resultado ameno e ilustrado de alguna manera. Si tienes algún comentario, duda o sugerencia, no dudes en dejarla más abajo, prometo contestar a todo. Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y te dejo con más artículos de el blog de Doctor Viso dedicado a la innovación educativa, los procesos de aprendizaje y la inteligencia emocional.
Muy interesante!!! Me ha gustado :)